Resulta inquietante como algunos comportamientos antiguamente catalogados como pecados hoy son loados e incluso promocionados. La soberbia es un claro ejemplo. Hoy en día le llaman "autoestima" (pundonor o amor propio me suenan mucho mejor). Estoy dispuesto a reconocer que hay personas que necesitan promocionar su "seguridad", pero me parece que son más bien pocas. El ser humano es de natural orgulloso y altanero, convencido de su razón y su honra y suele estar dispuesto a defender ambas a "capa y espada".
En nuestra sociedad hay que ser un punto arrogante, en caso contrario eres un inadaptado, te falta aprecio por ti mismo, se te considera un fracasado, carne de diván, necesitado de antidepresivos. Un niño tímido (sea cual sea su inteligencia) que todavía se anda buscando, que solo observa y estudia, que no se manifiesta, corre riesgo de ser considerado un tipo raro y probable objeto de malos tratos incluso por los de su mismo rango. Sus padres serán avisados por los tutores escolares y les recomendarán ayuda y terapia. No siempre es necesario.
Se fomentan las dinámicas de grupo, los "brain storming", el "coaching" y todas esas zarandajas que creen que todo se soluciona hablando. La mayoría olvida que hablar sin ton ni son no es lo mismo que dialogar poniendo en la balanza argumentos meditados, que hay que aceptar a veces las razones de otros y que no tiene más razón el que habla (o chilla) más alto. También obvian que en la vida se aprende mucho fallando, que la inseguridad lleva a la inquietud por el estudio, la duda fomenta la investigación y que un nivel mínimo de desengaño ayuda a entender la existencia y a ser respetuoso con los de al lado sean personas, animales o cosas.
El exceso de pedanteria produce que cualquiera se vea capacitado para emitir opinión como si fuera un togado, se extiende la tendencia a considerar que lo que uno conoce o hace es siempre adecuado y eso se enseña desde niños en la escuelas... "Que no se frustre"... "No le riñas que le baja la autoestima". Así nos va, por eso todo el mundo señala la culpa de otro, nadie asume responsabilidades, ni reconocer errores. Me sobran ejemplos de altivos sin necesidad de dar ni un solo nombre: Tertulianos y políticos de cualquier tendencia, famosillos (actores, músicos y deportistas). nobles y princesas del pueblo.
En cambio. ¡Qué difícil es señalar un humilde! Si te quedas callado, si sólo observas, seguro que vas a ser pisoteado. Por eso me cuesta escribir sobre esa virtud para no pasar por un predicador presuntuoso que señala en los cruces hacia un único camino como el adecuado.
"Cuando estoy seguro de algo empiezo a pensar que me he equivocado o que estoy a punto de hacerlo."
Eutiquio Sobrado
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