Soy totalmente contrario al progreso, especialmente del progreso mal entendido, del enfocado únicamente a que se enriquezcan los de siempre. Ese que de forma recurrente, desde que el mundo es mundo, se ha dirigido a engañar al descuidado mortal, preocupado por la muerte, por su falta de pelo, de energía, de dinero, de belleza o de juventud, casi nunca de cultura y menos de sabiduría.
La manipulación de las grandes estructuras económicas mundiales ha llegado a límites insospechados. De hecho, empiezo a dudar que estén manejadas por personas de carne y hueso, y sospecho que los directores de los grandes planes universales (que implican ineludiblemente destruir nuestro mundo) son máquinas o seres extraterrestres (sino dioses olímpicos) que actúan con total frialdad e impunidad. Es la única manera de comprender la falta de sentimientos y piedad por el ser humano que demuestran sobre todo los grandes fabricantes de tecnología (y ciencia) que han sustituido a la religión (y por ende a la iglesia) como grandes manipuladores del pensamiento y comportamiento humano.
A mí no me afecta mucho porque soy totalmente contrario al uso de esos instrumentos modernos, sólo tengo teléfono móvil (modelo antiguo, tipo zapatófono) y sólo para recibir llamadas de los editores (que nunca llaman, por cierto), no tengo ordenador y por supuesto no uso ningún tipo de sistema de mensajería, ni las redes sociales. Aunque reconozco que he estado tentado de ello, especialmente para ligar, y sobre todo cuando una vez la secretaria de la editorial (esa que me trae loquito pero no lo sabe... o sí) me espetó "Benigno ¿Tienes facebook?" después de tocarse suavemente el labio inferior con la punta de la lengua... aquel día casi me lo hago.
Todo lo escribo a mano y mis notas manuscritas son abducidas hacia la red por mi amigo Amir, el pakistaní que regenta el locutorio que hay junto a mi pensión. Él lo hace todo. Ha creado el blog, mi identidad y pasa puntualmente mis notas. Una demostración más de la falsedad de esta supuesta red virtual (o sea inexistente) de comunicación mundial. Cualquiera puede suplantar una identidad con oculta finalidad, no enseñar la expresión facial al conversar. Recuerdo la anécdota de un amigo que se metía en "chats" de lesbianas haciéndose pasar por una de ellas. Lo hacía tan bien. Era tan triste su historia que, en un privado, una compañera le confesó que ella en realidad era un hombre y le pidió perdón por el engaño. A mí me dió por imaginar aquel chat sin ninguna mujer, repleto de varones suplantando a femeninas homosexuales, sólo por morbo, o vete a saber tú con qué secretas intenciones sexuales. Una auténtica situación Kafkiana.
Resulta especialmente preocupante que todos los instrumentos tecnológicos actuales potencien el aislamiento individual en lugar de la comunicación. Los usuarios desfilan por el mundo real totalmente ajenos al entorno, reciben el sonido por sus auriculares y miran de forma constante la pantalla del aparato en cuestión, hablan con él y le escriben cosas. Ni oyen, ni ven, ni hablan, A veces incluso se comunican con mensajes cuando están al lado. Lo peor es la sonrisa de tont@ que se les queda a algunos mientras viven en ese mundo paralelo similar al esbozado por Tad Williams en alguna de sus novelas.
Fijaros en como se utilizan por la industria de la tecnología los términos personal y universal. En realidad cuando apellidan personal a un instrumento pretenden confundirnos y que identifiquemos personalidad con individualidad, el aislamiento necesario para la meditación con el egocentrismo, la autenticidad con la falsedad. Peor incluso es el uso de la palabra universal que en realidad significa generalización, mediocridad y pensamiento uniforme. En definitiva, todos por separado, ensimismados en mirar una pantalla y sin posibilidad de unión. Crédulos y faltos de opinión, o lo que es peor, sustentando las que otros se han inventado.
Y es que el pensamiento debería ser personal, variado y mutable (admitiendo que es falible) y, la tecnología barata en vez de inalcanzable; necesaria y no imprescindible y; modernizable en lugar de actualizable.
En resumen, grandes toneladas de ingenio e inteligencia empleadas de forma estéril en aparatitos que a los pocos meses ya no sirven para nada salvo para aislarnos, adocenarnos y descerebrarnos.
La manipulación de las grandes estructuras económicas mundiales ha llegado a límites insospechados. De hecho, empiezo a dudar que estén manejadas por personas de carne y hueso, y sospecho que los directores de los grandes planes universales (que implican ineludiblemente destruir nuestro mundo) son máquinas o seres extraterrestres (sino dioses olímpicos) que actúan con total frialdad e impunidad. Es la única manera de comprender la falta de sentimientos y piedad por el ser humano que demuestran sobre todo los grandes fabricantes de tecnología (y ciencia) que han sustituido a la religión (y por ende a la iglesia) como grandes manipuladores del pensamiento y comportamiento humano.
A mí no me afecta mucho porque soy totalmente contrario al uso de esos instrumentos modernos, sólo tengo teléfono móvil (modelo antiguo, tipo zapatófono) y sólo para recibir llamadas de los editores (que nunca llaman, por cierto), no tengo ordenador y por supuesto no uso ningún tipo de sistema de mensajería, ni las redes sociales. Aunque reconozco que he estado tentado de ello, especialmente para ligar, y sobre todo cuando una vez la secretaria de la editorial (esa que me trae loquito pero no lo sabe... o sí) me espetó "Benigno ¿Tienes facebook?" después de tocarse suavemente el labio inferior con la punta de la lengua... aquel día casi me lo hago.
Todo lo escribo a mano y mis notas manuscritas son abducidas hacia la red por mi amigo Amir, el pakistaní que regenta el locutorio que hay junto a mi pensión. Él lo hace todo. Ha creado el blog, mi identidad y pasa puntualmente mis notas. Una demostración más de la falsedad de esta supuesta red virtual (o sea inexistente) de comunicación mundial. Cualquiera puede suplantar una identidad con oculta finalidad, no enseñar la expresión facial al conversar. Recuerdo la anécdota de un amigo que se metía en "chats" de lesbianas haciéndose pasar por una de ellas. Lo hacía tan bien. Era tan triste su historia que, en un privado, una compañera le confesó que ella en realidad era un hombre y le pidió perdón por el engaño. A mí me dió por imaginar aquel chat sin ninguna mujer, repleto de varones suplantando a femeninas homosexuales, sólo por morbo, o vete a saber tú con qué secretas intenciones sexuales. Una auténtica situación Kafkiana.
Resulta especialmente preocupante que todos los instrumentos tecnológicos actuales potencien el aislamiento individual en lugar de la comunicación. Los usuarios desfilan por el mundo real totalmente ajenos al entorno, reciben el sonido por sus auriculares y miran de forma constante la pantalla del aparato en cuestión, hablan con él y le escriben cosas. Ni oyen, ni ven, ni hablan, A veces incluso se comunican con mensajes cuando están al lado. Lo peor es la sonrisa de tont@ que se les queda a algunos mientras viven en ese mundo paralelo similar al esbozado por Tad Williams en alguna de sus novelas.
Fijaros en como se utilizan por la industria de la tecnología los términos personal y universal. En realidad cuando apellidan personal a un instrumento pretenden confundirnos y que identifiquemos personalidad con individualidad, el aislamiento necesario para la meditación con el egocentrismo, la autenticidad con la falsedad. Peor incluso es el uso de la palabra universal que en realidad significa generalización, mediocridad y pensamiento uniforme. En definitiva, todos por separado, ensimismados en mirar una pantalla y sin posibilidad de unión. Crédulos y faltos de opinión, o lo que es peor, sustentando las que otros se han inventado.
Y es que el pensamiento debería ser personal, variado y mutable (admitiendo que es falible) y, la tecnología barata en vez de inalcanzable; necesaria y no imprescindible y; modernizable en lugar de actualizable.
En resumen, grandes toneladas de ingenio e inteligencia empleadas de forma estéril en aparatitos que a los pocos meses ya no sirven para nada salvo para aislarnos, adocenarnos y descerebrarnos.
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