Mareas de medianoche - Los cazahuesos - La tempestad del segador - Doblan los mastines Steven Erikson (Malas: El libro de los caídos V, VI, VII, VIII)
Me he tomado con paciencia esta reseña porque tengo sensaciones encontradas con esta larga saga de literatura fantástica, me divierto a ratos y me enfado con frecuencia. Me faltan solo dos para el dictamen final, pero creo que cuatro de una tacada son suficientes para una reseña detallada.
En primer lugar quiero señalar que a base de insistir he podido meterme definitivamente en este mundo descrito por el autor, se me han ido haciendo familiares los personajes, a algunos hasta se les coge cariño y unos cuantos son muy divertidos, pero aunque la historia tiene virtudes, le sobrepasan con mucho los defectos.
No tengo duda (o eso espero) de que el autor tiene claro de qué va todo esto, pero al lector se le hace muy difícil seguir de forma fácil la obra. Este tipo de historias tienen que tener un propósito, una finalidad, sea la que sea y la tiene que tener clara el lector desde un principio. Este saga, si lo tiene, está en la mente del autor y nunca se desvela. Al lector lo van transportando a diferentes escenarios, a veces sin ton ni son, sin claro nexo argumental y aunque las historias que ocurren en ellos sean interesantes, eso acaba mareando, muchas veces uno no sabe donde se desarrolla la acción, ni quienes son los personajes que intervienen. Las separaciones entre escenarios y narrativas son frecuentemente inexistentes, de un párrafo a otro hay cambios y muchas veces no te das cuenta hasta que llevas un rato leyendo. Frecuentemente, situaciones de alta tensión, se quedan a medias y no se resuelven hasta pasados unos cientos de páginas.
El número de personajes, dioses, semidioses, razas, etc, es interminable y muchos tienen nombres parecidos y pasados coincidentes, incluso cambian de nombre durante la narración, cuesta mucho acostumbrarse. Algunos personajes (incluso dioses) mueren, pero muchas veces esa muerte no es definitiva, a veces supone una transformación y reaparecen sin aviso ni explicación.
Las introducciones de cada capítulo son tediosas, no aportan nada, te las puedes saltar tranquilamente. En los capítulos hay innumerables párrafos innecesarios, solo son simple relleno, no aportan ninguna explicación. Son disquisiciones de los personajes, del propio autor, incluso de nadie en concreto, sobre la vida, la muerte, la justicia o descripciones detalladas de los paisajes y edificios, de fenómenos meteorológicos, realizadas de forma tan compleja que resulta casi imposible recrearlas en la imaginación. Esos párrafos suponen prácticamente la mitad de la novela.
Tiene cierta gracia (y resulta sospechoso) lo milimetrado que están las novelas. Todas se componen de cuatro libros, aunque ninguno de ellos tiene un final y cada libro ocupa el 25% del volumen de cada novela. Es un contraste muy grande con el caos narrativo constante y que me da que pensar y especular en que se escribe de una manera y luego se desordena de forma casi aleatoria para encajar en una métrica.
El autor desaprovecha los personajes y situaciones potentes, las crea, las desarrolla y, sin más ni más, las abandona cuando más interesado está el lector. A veces las retoma unos párrafos más allá después de intercalar otra escena narrativa, o pasan capítulos hasta que vuelven y entonces ya te has medio olvidado de ellas. A veces, no se retoman hasta otro libro. Todo ello es un sube y baja narrativo que al final te hastía.
Me la voy a acabar porque no suelo dejar las cosas a medias y porque tengo curiosidad de ver como remata esto al final, pero tengo claro que esto es una flipada del escritor (por llamarle algo) al que le faltan recursos literarios y le sobra imaginación y fantasía. Le hubiera ido mejor siendo más comedido en los textos, manteniendo a los personajes potentes más en la escena y dándoles un contexto más claro, reduciendo el número de personajes y situaciones, y dejando algo claro el propósito de todo lo que está sucediendo. A veces tienen más fuerza las pequeñas historias que se intercalan, que tienen un inicio y un final, que el conjunto.
De estas cuatro novelas, las tres primeras son las mejores, especialmente "Mareas de medianoche" y "La tempestad del segador", porque se circunscriben más a unos hechos relacionados con los "tiste edur" y los "letheri" y tienen mayor coherencia, hay personajes con un sentido del humor excelente, hay un hecho claro que lleva el hilo argumental y se distinguen un poco el bien del mal. Esta distinción es uno de los mayores defectos de toda la obra. No hay clara definición de los bandos, incluso se intercambian sus posiciones durante la narración.
Las otras dos, son más desordenadas (especialmente "Doblan los mastines"), pero se sostienen por los personajes que tienen continuidad desde el principio de la colección.
En definitiva, nos encontramos ante un subproducto narrativo de diseño, de nula calidad literaria, confuso, lleno de incoherencias, falto de contexto y sin claro punto de inicio ni de final y, pese a todo, adictivo.
Benigno F.
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