Últimamente me tomo un tiempo antes de escribir las reseñas. Intento que reposen las sensaciones, escribir con la cabeza más fría, evitando la exaltación que a veces se produce al terminar una obra y que puede llevar a calificarla en exceso o despreciarla sin motivo. A veces, ese tiempo es tan largo que olvido títulos, circunstancias, frases y acontecimientos.
Eso es un poco lo que me ha pasado con esta novela. Ahora que intento escribir sobre ella, apenas encuentro argumentos y solo puedo evocar algunas breves sensaciones que pasan tan fugaces por mi cabeza que apenas puedo atraparlas. Solo brillan un momento.
Pensándolo bien, sí que recuerdo que esta segunda novela de la saga del capitán Wyndham, fielmente acompañado por el sargento Banerjee, ejerciendo ambos de Holmes y Watson, me retrotrajo a mi infancia, a esas mañanas de vacaciones en las que me perdía en los mundos exóticos retratados por Emilio Salgari y yo era Sandokán o el Corsario Negro asaltando buques en los mares, haciendo justicia, tratando con mujeres atractivas y misteriosas y sufriendo, porque siempre los héroes sufren y no pueden ser felices, es su sino.
Por todo eso, creo que cada vez me gustan las novelas de este autor y las investigaciones de sus personajes, porque aunque no sean excesivamente originales, explotan de forma muy acertada los ambientes de otra época y están construidas con suficiente minuciosidad para sumergirte en los ríos, montar en un elefante o perseguir a los "malos" por las azoteas.
Benigno F.
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