Retomo mis reseñas tras un paréntesis. No se crean que no he leído, tengo al menos cuatro en los borradores, pero me han faltado ganas, igual es que no eran muy buenos o no les podía hincar el diente hasta el tuétano. Supongo que por esto último me he puesto con éste "renombrado" título.
Y es que me lo compré por un crítica (que no reseña) de un conocido "destructor" de libros que lo ponía por las nubes. Y ya lo digo siempre, que no hay que fiarse de los críticos, que ellos también comen y tienen sus amigos, pero tampoco hay que tener miedo a llevar la contraria a todo el coro de personas que dicen que estamos ante una obra de entidad. Por eso estoy aquí, para llevar la contraria, para dejar constancia de mi decepción, porque esta novela (¿negra?) es sólo eficaz para pasar el rato.
¿Han leído ustedes a Ellis Peters y sus novelas del fraile benedictino detective Cadfael? Si la respuesta es negativa, ya me están tardando, porque cualquier obra de esa escritora le da "sopas con honda" a esta novela.
Vamos por partes y empezamos mal. El autor se esconde bajo un pseudónimo. Nadie sabe quién es (menos el editor, supongo) ¿Les suena? Este recurso no es nuevo para añadir misterio a una obra mediocre. Crear expectación es una táctica frecuente (vean el caso de Carmen Mola). Además, bajo el pseudónimo se "oculta un escritor que abandonó en su juventud los estudios
teológicos por el retiro monacal y, algún tiempo después, el retiro
monacal por una mujer". ¡Qué casualidad! Le añadimos un personaje histórico como protagonista (Gonzalo de Berceo, casualmente monje también), le damos el color del vino para que no todo sean misteriosos asesinatos, le añadimos una pizca de cultura, una mujer interesante, una oda al vino, pasajes secretos y ya está el cóctel perfectamente aderezado, sólo le falta alguna escena cruenta, un niño objeto de pederastia, una relación homosexual entre monjes y un final que no sorprende a nadie. Todo ello está presente.
Pues, oigan, como que no, ya no les hablo de Umberto Eco y su personaje, Guillermo de Baskerville como comparativo, simplemente lean esta novela y cojan cualquiera de la mencionada Ellis Peters y es que te entra la risa floja. El argumento criminal se coge con pinzas, las descripciones son barrocas y a menudo aburridas, los personajes se salvan por detalles (Lope y alguno de los frailes). El resto es relleno de barrica de mal vino. En definitiva, que "nos las dan con queso". No llevaba ni media novela y ya me imaginaba de que iba todo el misterio.
Y así acaba la historia de este monje metido a escritor con su personaje histórico que "como un Phillip Marlowe de la Edad Media, se empeña en encontrar al asesino de un monje en el monasterio de Silos", lugar cuya minuciosa descripción es de las pocas cosas interesantes de la novela.
Pues eso, como dice Raúl del Pozo "¡Qué viva el vino!". Pero hay que escogerlo bien, fiándose del paladar propio, que aunque se deje beber, tiene que dejar buen retrogusto. Así que cuelgo este teléfono con fuerza como hace el mencionado periodista los viernes. Ustedes lo pasen bien.
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