Unos cuantos años lleva en mi casa esta novela sin ser leída, y eso que asomaba frecuentemente de la biblioteca, como diciendo "¡Oye, estoy aquí! ¡Este autor hay que leerlo!", pero yo me hacía el renuente, disimulaba, miraba para otro lado, veía que eran seiscientas páginas y, entonces, procrastinaba, me iba a algo más fácil.
Ahora, después de acabarla, pienso varias cosas: Me ha costado mucho, no ha sido fácil, a veces se me ha hecho algo aburrida, especialmente el segundo tercio del libro, compuesto por pequeñas historias, intercaladas a modo de entrevistas, pero siempre dentro del hilo de la novela que va arriba y abajo en el tiempo, pero ese desorden no molesta y hay pequeñas historias muy interesantes, con unos personajes muy bien estructurados. La parte final del libro (las últimas doscientas páginas) van en constante crescendo, como un manantial que se va llenando de pequeños riachuelos y conforman un río de enorme caudal pero con muchos meandros. La desembocadura, cuando enlaza con la primera parte, es sencillamente extraordinaria.
La fama de Bolaño es bien merecida, no solo por su calidad, sino también por su maldición que le hizo abandonarnos demasiado temprano. Habrá que volver con él un día u otro, pero no sirve para cualquier momento, hay que estar bien preparado, sentarse tranquilamente y concentrado para poder degustarlo, es un buen licor que no se debe beber de forma apresurada, poco a poco, en pequeños sorbos que se paladean de mejilla a mejilla, hasta que finalmente son ingeridos. Todo eso para un lector de autobús (como es mi caso) no encaja demasiado.
Benigno F.
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