Esto lo tengo abandonado y no por falta de lecturas para reseñar, algunas sobresalientes ("La lección de alemán" de Siegfried Lenz; "La ópera flotante/El final del camino" de John Barth; "Buenas noches, dulces sueños" de Jiri Kratochvil), otras obras menores aunque superventas ("1793" de Niklas Natt Och Dag), todas ellas se quedan en el armario de los recuerdos, tumbadas en la biblioteca por falta de sitio para ponerlas erectas, por falta de ganas para sentarme a escribir sobre ellas.
Este paréntesis de la vida, esta ralentización de nuestro tiempo, este "giro argumental" inesperado en la novela de la existencia, me ha hecho retomar este apartado.
Poco confiaba en este libro y su autora. Ya sabéis, esto de los "premios" no encaja bien conmigo, me pongo meticuloso, saco la lupa y todo lo examino, especialmente cuando son autores jóvenes a los que se alaba en exceso en las contraportadas. He de reconocerme vencido por esta escritora y por esta obra, y eso que la empecé con la ceja bien levantada: ¿Seiscientas sesenta páginas? ¿Son necesarias? Probablemente no, y quizás ese es el único defecto de esta historia que mantiene el interés en todo momento, aunque la escritura sea levemente sobrecargada y a veces el desorden temporal de los acontecimientos nos puede llevar a cierto desconcierto, el conjunto final, el broche definitivo es espléndido. La autora nos lleva de la mano, muchas veces con los ojos tapados, para finalmente quitarnos la venda y dejarnos ante un desenlace que hace honor a todas las expectativas del lector. Ese es un grandioso mérito, ese es un mérito extraordinario y al alcance de muy pocos escritores, probablemente los hay mejores literariamente hablando, pero como constructora de historias, esta escritora se ha graduado "cum laude", por lo menos según mi criterio.
Quizás no es el mejor argumento para estos días de encierro, de enfermos y de juegos de ajedrez con la de la guadaña, pero guárdenlo ustedes para saborearlo cuando lo vean necesario.
Fuerza, prudencia, paciencia y suerte. Abran la ventana y que les dé el sol.
Benigno F.
Este paréntesis de la vida, esta ralentización de nuestro tiempo, este "giro argumental" inesperado en la novela de la existencia, me ha hecho retomar este apartado.
Poco confiaba en este libro y su autora. Ya sabéis, esto de los "premios" no encaja bien conmigo, me pongo meticuloso, saco la lupa y todo lo examino, especialmente cuando son autores jóvenes a los que se alaba en exceso en las contraportadas. He de reconocerme vencido por esta escritora y por esta obra, y eso que la empecé con la ceja bien levantada: ¿Seiscientas sesenta páginas? ¿Son necesarias? Probablemente no, y quizás ese es el único defecto de esta historia que mantiene el interés en todo momento, aunque la escritura sea levemente sobrecargada y a veces el desorden temporal de los acontecimientos nos puede llevar a cierto desconcierto, el conjunto final, el broche definitivo es espléndido. La autora nos lleva de la mano, muchas veces con los ojos tapados, para finalmente quitarnos la venda y dejarnos ante un desenlace que hace honor a todas las expectativas del lector. Ese es un grandioso mérito, ese es un mérito extraordinario y al alcance de muy pocos escritores, probablemente los hay mejores literariamente hablando, pero como constructora de historias, esta escritora se ha graduado "cum laude", por lo menos según mi criterio.
Quizás no es el mejor argumento para estos días de encierro, de enfermos y de juegos de ajedrez con la de la guadaña, pero guárdenlo ustedes para saborearlo cuando lo vean necesario.
Fuerza, prudencia, paciencia y suerte. Abran la ventana y que les dé el sol.
Benigno F.
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