Uno sigue a Fred Vargas desde "El hombre de los círculos azules", eso significa un buen puñado de años. La wikipedia dice que en 2007 la publicó Siruela, yo diría que lo leí antes, pero la memoria es frágil y llega un momento en que las fechas dejan de ser importantes.
Esto lo cuento para que no se dude de mi admiración por esta escritora y su estilo, pero mi admiración con el paso de los años ha ido dejando paso a la costumbre. Es lo que tienen las relaciones largas, que con el tiempo pueden hacerse repetitivas de tan conocidas. Esto es justo lo que me ha pasado leyendo a Vargas y reencontrando a Adamsberg y sus compañeros.
La historia se mantiene en los parámetros habituales de esta escritora: un buen caso, algunos elementos originales (incluso algo fantásticos) y una resolución magistral (aparentemente). Digo lo de aparentemente porque mediada la novela yo ya iba barruntando la personalidad del criminal, incluso es posible que el propio comisario lo supiera pero iba haciéndose el loco ya que al fin y al cabo se trataba de una misión justiciera. Lo más interesante es lo periférico, no lo nuclear, las relaciones con los subordinados, sus recuerdos de infancia, lo acontecido en el orfanato, todo ello hace empalidecer las historias de asesinatos.
La novela, aisladamente, y sin conocer el resto de la saga resulta interesante, básicamente entretenida, bien escrita, bien pensada, bien desarrollada, pero para los que llevamos unas cuantas novelas de Fred Vargas, se nos queda un poco corta, como escrita de forma automática, como si fuera una copia ciclostillada de otras anteriores.
No pasa nada, seguiremos con las historias de este comisario (como con las de otros) porque sus vivencias ya se han incorporado a las nuestras, que también son continuistas, a veces incluso aburridas, pero así es la vida muchas veces, lineal, pero siempre a la espera del siguiente sobresalto.
Benigno F.
Esto lo cuento para que no se dude de mi admiración por esta escritora y su estilo, pero mi admiración con el paso de los años ha ido dejando paso a la costumbre. Es lo que tienen las relaciones largas, que con el tiempo pueden hacerse repetitivas de tan conocidas. Esto es justo lo que me ha pasado leyendo a Vargas y reencontrando a Adamsberg y sus compañeros.
La historia se mantiene en los parámetros habituales de esta escritora: un buen caso, algunos elementos originales (incluso algo fantásticos) y una resolución magistral (aparentemente). Digo lo de aparentemente porque mediada la novela yo ya iba barruntando la personalidad del criminal, incluso es posible que el propio comisario lo supiera pero iba haciéndose el loco ya que al fin y al cabo se trataba de una misión justiciera. Lo más interesante es lo periférico, no lo nuclear, las relaciones con los subordinados, sus recuerdos de infancia, lo acontecido en el orfanato, todo ello hace empalidecer las historias de asesinatos.
La novela, aisladamente, y sin conocer el resto de la saga resulta interesante, básicamente entretenida, bien escrita, bien pensada, bien desarrollada, pero para los que llevamos unas cuantas novelas de Fred Vargas, se nos queda un poco corta, como escrita de forma automática, como si fuera una copia ciclostillada de otras anteriores.
No pasa nada, seguiremos con las historias de este comisario (como con las de otros) porque sus vivencias ya se han incorporado a las nuestras, que también son continuistas, a veces incluso aburridas, pero así es la vida muchas veces, lineal, pero siempre a la espera del siguiente sobresalto.
Benigno F.
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