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La pesquisa - Juan José Saer

Una de las desventajas de leer en e-book es que, al no tenerlo en las manos, no tienes clara conciencia del volumen de un libro. A mí éste, desde el principio, me parecía bastante grueso. Supongo que era por las palabras. El autor se recreaba describiendo, puntualizando, comentando sobre detalles aparentemente nimios en interminables frases. Todo ello me tenía medio perdido, intentando siempre volver al argumento inicial que resulta muy interesante. Tan interesante que una vez finalizado el libro, creo que hay que volver a leerlo sin mucha tardanza. Más que nada porque al saber el final de la historia policíaca, debería volver a leerlo solo por el placer de mecerme en las palabras que son muchas y buenas.

Lean el párrafo siguiente y si no se quedan prendados, más vale que lo dejen. Relean el párrafo y enamorénse del relato, mastiquen y digieran cada una de las frases,  dejénse rebotar sin hacer fuerza en cada una de las esquinas ¿A que resulta agradable?  Vuélvanlo a leer y saboreen.

"Allá, en cambio, en diciembre, la noche llega rápido. Morvan lo sabía. Y a causa de su temperamento y quizás tamnbién de su oficio, casi inmediatamente después de haber vuelto del almuerzo, desde el tercer piso del despacho especial den el bulevar Voltaire, escrutaba con inquietud las primeras señales de la noche a través de los vidrios helados de la ventana y de las ramas de los plátanos, lustrosas y peladas en contradicción con la promesa de los dioses, o sea que los plátanos nunca pederían las hojas, porque fue bajo un plátano que en Creta el toro intolerablemente blanco, con las astas en forma de medialuna, después de haberla raptado en una playa de Tiro o de Sidón (para el caso es lo mismo) violó, como es sabido, a la ninfa aterrada."

Al finalizar el libro, me he quedado de piedra al comprobar que sólo tiene 184 páginas. Por lo tanto, esa sensación de obra de volumen enorme sólo puede radicar en la gran calidad que atesora en ese poco espacio. De hecho, la trama policial se ve interrumpida por la irrupción de unos personajes que son los que se la están contando. Unos personajes que se pasean por el libro como si estuvieran en su casa, que se entretienen media novela en otros detalles (como tomarse unas ricas y frescas cervezas, o examinar un libro sobre la guerra de Troya, o pasearse en barca). Esos personajes que parece que rondan frecuentemente por las obras de este escritor que, por eso, apenas se molesta en contarnos algunos detalles sobre ellos y, tranquilamente apuntan una serie de historias colaterales muy interesantes pero que el escritor no se molesta en desarrollar más que brevemente.

Es probable que si leyéramos toda la obra del autor pudiéramos encontrar respuesta  a todos esos interrogantes. También es posible que nos quedáramos con las ganas porque su última obra quedó inconclusa porque falleció antes de terminarla.

Esta novela está escrita (y debe leerse) a cámara lenta. Casi siempre es brillante, algunas veces tediosa, pero siempre absorbente y con ganas de volver a ella.

En realidad relata una historia bien breve. Da para un argumento de película (o de cómic) excelente, pero quedaría desprovista de toda la cultura, de toda su riqueza y sólo sería un producto de consumo más.  Al acabarla me he quedado con la sensación de que el autor podría haberla hecho durar todo lo que quisiera.

Para que se den cuenta de ello, copio el siguiente párrafo que continúa la acción al llegar casi a la mitad de la novela. Sí, han leído bien, la mitad de la novela.

 "Morvan estaba, como les decía, mirando por la ventana la caída de la noche, que allá, en diciembre, alrededor de Navidad, llega rápido, cuando, después de golpear con firmeza a la puerta, sin darle tiempo a responder, sus tres principales colaboradores, el comisario Lautret y los inspectores Combes y Juin entraron en la oficina. Impenetrables en general y opacas para los extraños, la mayoría de las personas suelen ser transparentes para sus pares, por lo menos en lo que se refiere a sus intenciones inmediatas, así que antes de que sus visitantes abrieran la boca, Morvan se dio cuenta de que habían almorzado juntos y se había puesto de acuerdo sobre lo que le venían a plantear..."

Si no se sienten subyugados, si no tienen paciencia, si creen que los libros se leen sólo una vez, ni lo intenten.

Benigno F.


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