Confieso mis reticencias ante el "alter ego" de este autor. Leí una novela de John Banville y no me acabó de llegar, muy buenas palabras pero poca emoción. Para postre ha sido muy laureado y todo ello no ha contribuido nada más que a aumentar mis suspicacias.
Todo lo contrario con lo que me sucede con Benjamin Black. Llevo dos libros de este autor de novela negra y tengo que declarar sin ningún tipo de vergüenza que ahora mismo, ocupa un puesto en el pedestal de mis adorados de este género. No me extaña que se haya atrevido a emular a Raymond Chandler y recrear a Phllip Marlowe en una de sus más recientes novelas: "La rubia de ojos negros".
Me puse con este libro con ánimo destripador, inicialmente no me acababa de meter en la trama, al personaje protagonista lo veía como otro más de esos individuos llenos de problemas personales, ciertamente inestables y, sobre todo, borrachos, en los que parece difícil que les cuadre la capacidad para la investigación y mucho menos para resolver acertijos.
¿Por qué tienen que beber tanto estos personajes? ¿Por qué no hay más simples padres de familia? ¿Por qué todos tienen un pasado tan torturado y solitario? La única explicación que le encuentro es que son argucias de los autores para no ir directos al meollo de la historia y tener algo más que aportar al cuento. Por lo menos describir el ambiente de los bares, las sensaciones que producen la embriaguez de los destilados y cócteles, los delirantes pensamientos, el osado atrevimiento que aparece en esas situaciones. He de reconocer que Benjamin Black lo consigue perfectamente, el forense Quirke se ve envuelto en una trama circular casi sin quererlo, por esas obligaciones que contraemos a veces en la vida con nuestras propias mentiras. No sale airoso del envite, ni en lo físico ni en lo sentimental.
El autor recrea dos escenarios, uno en América y otro en Irlanda, y lo consigue tan bien que nos hace notar los escalofríos de la niebla, el suave calor de las chimeneas, el agrio sabor de los cócteles y los aromas de las tabernas y las salas de hospitales. Los ambientes son tan diferentes que uno parece de "Cowboy de medianoche" y el otro una novela gótica de Wilkie Collins.
A mí me empezó a interesar más la historia americana, en el justo momento en que me ví metido directamente en la década de los cincuenta y tuve que confirmar en las primeras páginas que está redactada en el siglo XXI. En esa parte, la novela empieza a destilar realidad, los personajes y sus escenarios cobran vida propia, se hacen terrenales, cercanos, convicentes.
Cuando los dos ambientes se mezclan, cuando los destinos de los personajes se cruzan definitivamente y parecen irse adivinando los entresijos de la historia, los diferentes giros de volante manejado hábilmente por el escritor nos llevan a un final que nos deja boquiabiertos tras pasar a toda velocidad por cambios de rasante, carreteras nevadas y algún que otro paso a nivel. El frenazo se parece al aterrizaje de un avión y la sensación al abrirse la puerta y poner otra vez los pies en el suelo no puede ser más placentera.
Lo mejor: Que parece escrita en el siglo pasado y no ahora. El Sr. Black (Banville) se va directo al podio.
Lo peor: Los inicios titubeantes del personaje protagonista que parece que acaba de salir del caldo de cultivo del escritor sin una personalidad perfectamente trazada, pero la va cazando a medida que avanza el libro. En realidad, simplemente lo vamos conociendo mejor mientras avanza la trama.
Una frase: "Y aquí está, he aquí el futuro que con tanta impaciencia esperábamos" "El tiempo es lo contrario del espacio. En el espacio todo se desdibuja a medida que te alejas. Con el tiempo es al revés: todo se torna más nítido".
Puntuación 8/10
Benigno F.
Todo lo contrario con lo que me sucede con Benjamin Black. Llevo dos libros de este autor de novela negra y tengo que declarar sin ningún tipo de vergüenza que ahora mismo, ocupa un puesto en el pedestal de mis adorados de este género. No me extaña que se haya atrevido a emular a Raymond Chandler y recrear a Phllip Marlowe en una de sus más recientes novelas: "La rubia de ojos negros".
Me puse con este libro con ánimo destripador, inicialmente no me acababa de meter en la trama, al personaje protagonista lo veía como otro más de esos individuos llenos de problemas personales, ciertamente inestables y, sobre todo, borrachos, en los que parece difícil que les cuadre la capacidad para la investigación y mucho menos para resolver acertijos.
¿Por qué tienen que beber tanto estos personajes? ¿Por qué no hay más simples padres de familia? ¿Por qué todos tienen un pasado tan torturado y solitario? La única explicación que le encuentro es que son argucias de los autores para no ir directos al meollo de la historia y tener algo más que aportar al cuento. Por lo menos describir el ambiente de los bares, las sensaciones que producen la embriaguez de los destilados y cócteles, los delirantes pensamientos, el osado atrevimiento que aparece en esas situaciones. He de reconocer que Benjamin Black lo consigue perfectamente, el forense Quirke se ve envuelto en una trama circular casi sin quererlo, por esas obligaciones que contraemos a veces en la vida con nuestras propias mentiras. No sale airoso del envite, ni en lo físico ni en lo sentimental.
El autor recrea dos escenarios, uno en América y otro en Irlanda, y lo consigue tan bien que nos hace notar los escalofríos de la niebla, el suave calor de las chimeneas, el agrio sabor de los cócteles y los aromas de las tabernas y las salas de hospitales. Los ambientes son tan diferentes que uno parece de "Cowboy de medianoche" y el otro una novela gótica de Wilkie Collins.
A mí me empezó a interesar más la historia americana, en el justo momento en que me ví metido directamente en la década de los cincuenta y tuve que confirmar en las primeras páginas que está redactada en el siglo XXI. En esa parte, la novela empieza a destilar realidad, los personajes y sus escenarios cobran vida propia, se hacen terrenales, cercanos, convicentes.
Cuando los dos ambientes se mezclan, cuando los destinos de los personajes se cruzan definitivamente y parecen irse adivinando los entresijos de la historia, los diferentes giros de volante manejado hábilmente por el escritor nos llevan a un final que nos deja boquiabiertos tras pasar a toda velocidad por cambios de rasante, carreteras nevadas y algún que otro paso a nivel. El frenazo se parece al aterrizaje de un avión y la sensación al abrirse la puerta y poner otra vez los pies en el suelo no puede ser más placentera.
Lo mejor: Que parece escrita en el siglo pasado y no ahora. El Sr. Black (Banville) se va directo al podio.
Lo peor: Los inicios titubeantes del personaje protagonista que parece que acaba de salir del caldo de cultivo del escritor sin una personalidad perfectamente trazada, pero la va cazando a medida que avanza el libro. En realidad, simplemente lo vamos conociendo mejor mientras avanza la trama.
Una frase: "Y aquí está, he aquí el futuro que con tanta impaciencia esperábamos" "El tiempo es lo contrario del espacio. En el espacio todo se desdibuja a medida que te alejas. Con el tiempo es al revés: todo se torna más nítido".
Puntuación 8/10
Benigno F.
Hola Benigno, me pasó lo mismo que a ti con Banville, puede usar muchas palabras del diccionario pero no me engancha lo que me está contando, y éste que tú comentas sí que me convenció ... y me dio mucha pena.
ResponderEliminarHola Rous. Es interesante este caso de doble personalidad. El autor al bajar un peldaño en sus pretensiones ofrece mejores resultados ( o a mí me lo parece). De Banville han alabado mucho "El mar", lo tengo por ahí en los pendientes. Igual sólo es cuestión de probarlo... O mejor decantarse directamente por Julian Barnes.
EliminarMuchas gracias por seguir pasando por aquí y por comentar.
Hola Fontes, presiosa la música de Sammi Smith.
ResponderEliminarGracias por descubrírmela
Boix
Muchas gracias a ti por pasar por aquí y por comentar. Especialmente por fijarte en la música que no está escogida al azar.
EliminarSaludos.
Se nota, creo que pocas cosas las haces por azar.
EliminarBoix