Me ha llevado bastante tiempo acabar este libro. Demasiadas cosas me entraban en la cabeza y tenía que hacer pausas. Al finalizarlo, tengo sentimientos encontrados, no sabría decir si es un pestiño o una obra maestra. Es probable que sea lo segundo y tenga que releerlo para saborearlo mejor, pero me da algo de miedo.
«Una persona que lee un libro varias veces, llega a conocer el libro al dedillo. Pero, si lo sigue leyendo, se empieza a conocer a sí misma al dedillo y sin embargo empieza a desconocer el libro. Pero, si continua leyendo, conoce el libro como la palma de su mano. Pero, si insiste en releerlo, comienza a entrever, no el libro, sino en su mente, en lugar de a sí misma, a otra persona más oscura y más beligerante y casi siempre más turbia y resentida que ella misma. Pero esa otra persona es la real. Pero así es la vida».
Me siento atraído, pero habrá que esperar un tiempo, es como cuando ves una película poco usual, al acabarla, no estás seguro de que te haya gustado, guardas paisajes y escenas, pero es con el reposo que da el tiempo cuando se despierta de nuevo la curiosidad por revivirlas, cuando surgen necesidades incomprensibles y descubres cosas nuevas que, finalmente, te dejan atrapado.
«Eso es lo que pasa con la vida, uno quiere hacer películas para olvidar la pena y después uno quiere hacer películas para engendrar penas. Uno quiere hacer películas como playas lacustres bajo un sol alegre de verano y después quiere hacer películas para hundirlas debajo de un cementerio, para hacer que las vean desde sus tumbas los muertos que fueron enterrados bocabajo».
El libro está estructurado en seis historias, todas ellas relacionadas e incluso, en algunas, es una continuación del magnífico "Vivir abajo", no solo en el argumento, también en las sensaciones, porque estamos ante una obra inquietante, que habla de la muerte, del terror, de lo perverso, de la tortura y de oscuridad (mucha), de cuevas, sótanos, oquedades, sarcófagos y cementerios. pero sin otros contrapuestos que los propios personajes. No es de extrañar que aparezca Stephen King inquieto por verse absorbido por alguno de sus relatos. Habla del infierno y de su parecido con la vida y a mi me ha dado por pensar que igual estamos equivocados y nuestra cotidianedad no es la vida sino el infierno y que estamos aquí purgando unos pecados que no recordamos después de la muerte y eso me causa desasosiego y a la vez esperanza porque no puede haber algo peor. Es un laberinto inquietante del que no sabes como salir salvo acabando el libro.
«...y hay que tener cuidado, porque una vez que alguien se vuelve loco, nunca se recobra, porque la locura es un laberinto con muchas puertas de entrada y ninguna de salida».
Es onírico y surrealista, pero lleno de realidades diluidas en la fantasía, que a veces es más real que la realidad paralela en la que vivimos hasta que súbitamente asentamos los pies en el suelo. Mezcla personas reales e imaginadas y está lleno de historias dentro de la historia, lo que lo convierte en una monumental e infinita muñeca rusa porque cada una de las partes te llevan a otras en su interior.
«A veces las ve y lo subyugan, lo hipnotizan y su pánico se transforma en placer y en medio del placer el ojo humano se pregunta quién soy, por qué me atrae lo abominable. Se pregunta qué tiene que hacer para no seguir viendo pero es inútil porque es un ojo».
Lo más importante es que hace sentir y está lleno de frases incrustadas que resultan relevantes y que al final todo se ordena un poco y, cuando te alejas, ves el conjunto y ves las formas a ese enorme cuadro que solo te reflejan a ti mismo.
«¿Cómo iba a ser Borges comunista?, sonríe Orpo. Nada más obvio, dice Kripo. Si lees los cuentos de Borges, lo primero que sacas en claro, o lo único que sacas en claro es que Borges creía que todas las cosas que pasaron pasan de nuevo y pasarán otra vez, solo que cada vez que ocurren, ocurren de una manera más risible, más payasa, más de cantina llena de borrachos hasta las cachas y perros enajenados».
Creo que, a continuación, voy a leer algo inane, algo que pueda escribir cualquiera, lineal, pero con giros previsibles. De hecho, ya lo he empezado, una fruslería que no sirve para nada y veo que no estoy consiguiendo aislarme porque noto que mi sombrero está lleno de alfileres, como la canción de Matt Berninger.
Benigno F.
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