No hay ninguna duda de que soy "fan"de Ramiro Pinilla y lo seguiré siendo porque es prácticamente imposible que me defraude. "Las ciegas hormigas" es casi su primer trabajo que vio la luz allá por 1961, o sea que lo escribió con casi cuarenta años. Cuarenta años en los que se dedicó a aprender, a leer, a prepararse, a observar la vida para poder describirla. Pensando en este dato comprendo lo difícil es que un escritor joven alcance tal destreza. A edades más tempranas es imposible tener el bagaje, el poso y la cultura precisas para una obra de esta dimensión. Se pueden escribir libros o relatos fantásticos o novelas autobiográficas, quizás de terror o policíacas, pero siempre se le van a ver algunos descosidos, o al estirar fuertemente de los ropajes se desharán las costuras que sólo pueden producirse tras reposo y maduración de las ideas. En definitiva, tras la experiencia.
"... de modo que todo esté listo y preparado - enterrado, desinfectado - para cuando el dolor considere ha transcurrido su tiempo y se presente y nos vuelva humanos."
Sorprendentemente a Ramiro Pinilla le dieron el premio Nadal por esta novela. Eran otros tiempos, las editoriales y los escritores no esperaban hacerse millonarios, como mucho vivir de sus ideas, eso ahora resultaría imposible, todo lo embrutece la economía (y la política). Para postre evitó a la censura de la época tocando con mucho cuidado todos los aspectos que se hubieran considerado espinosos en esa época por esos picajosos personajes, y de paso demostrando que se puede hacer una gran novela sin que aparezcan términos malsonantes, ni escenas escabrosas, ni nadie se cague (abiertamente) en la iglesia, aunque todo ello está latente en la novela y todo ello le afecta. Estoy seguro que sin la amenaza de la censura los diálogos y algunas de las meditaciones hubieran sido de mayor envergadura, pero eso no le resta maestría sino que, incluso, la eleva.
"Isma -pronunció suavemente-, empleando el diminutivo que tan escasas veces le oí. Y mi emoción subió de pronto al darme cuenta en ese mismo momento, de que siempre habían marchado unidos su mirada de entonces y el diminutivo aquél..."
Tampoco me extraña que en sus pocas obras se acumulen premios de prestigio, sólo hubiera faltado que algún sueco se hubiera dado cuenta que era merecedor del de cierta Academia, a mí no me hubiera extrañado. Ahora ya es tarde porque creo que no le conceden premios a los que ya han fallecido y además, no sé porqué, creo que a Pinilla le hubiera dado algo de vergüenza, no por falsa modestia, sino porque no hubiera querido desprenderse de su boina en la cabeza.
"Aquellas madres temían bien; luego resultó que sus hijos fueron tal y como lo presintieron: escépticos, preguntones, disconformes y burlones, cuando lo único que deberían hacer para ser como ellas era creer en todo, no preguntar nada, asentir a todo y no reírse de nada."
Esta novela, en la que todos sacrifican algo, todos pierden cosas materiales, seres queridos ( o no tanto), la inocencia, unos simples sacos de carbón o una escopeta, e incluso la fe en la vida eterna. Esta novela (como decía) es muy cruda, muy dura, tan dura que algunos hoy en día pueden no comprenderla, puede parecerles ajena, antigua y obsoleta, pese a que la vida sigue entre los mismos parámetros pero con diferentes decorados, y con el mismo vertido de fosa séptica que se vacía durante la narración.
"Nunca lo he sabido. A veces, creo que sólo lucho por instinto, porque no se puede pensar y luchar a un mismo tiempo. Pero lo cierto es que dudo. ¿Y cómo puede ser de otro modo estando vivo?"
Aparte de todo lo contenido en la novela, son especialmente emocionantes el prólogo del propio Pinilla y el epílogo de, el tan de moda hoy en día, Fernando Aramburu. Todo ello conteniendo en el centro una historia que me ha hecho pensar mucho en mesas y sillas de fórmica, algunas con el ribete de plástico algo levantado y clavos en los que se enganchaba la ropa, y en manteles de hule con flores mal dibujadas y en hatillos de ropa envueltos en paños cuadriculados que iban de arriba abajo llenos de dobladillos recién cosidos en viejas máquinas de coser, y en viejas camas con somiéres de alambres chirriantes y en un montón de preguntas sin respuesta.
"... y aparece uno de los hombres del teniente, un carabinero de cara alargada y pálida, sin posible sonrisa, de mirada fría..., no, no es fría, sino inexistente, como si los ojos no le sirvieran para nada, ni siquiera para ver."
Hagánse un favor, lean a Pinilla, aunque luego lloren por haber perdido la inocencia. Si llega a ser americano...
"Porque saben, sé, sabrás, que, después de conseguirlo no podríamos arrebatarle más que su carne. Él perdería lo que no tiene precio para ningún ser viviente y nosotros sólo ganaríamos su carne."
Benigno F.
"... de modo que todo esté listo y preparado - enterrado, desinfectado - para cuando el dolor considere ha transcurrido su tiempo y se presente y nos vuelva humanos."
Sorprendentemente a Ramiro Pinilla le dieron el premio Nadal por esta novela. Eran otros tiempos, las editoriales y los escritores no esperaban hacerse millonarios, como mucho vivir de sus ideas, eso ahora resultaría imposible, todo lo embrutece la economía (y la política). Para postre evitó a la censura de la época tocando con mucho cuidado todos los aspectos que se hubieran considerado espinosos en esa época por esos picajosos personajes, y de paso demostrando que se puede hacer una gran novela sin que aparezcan términos malsonantes, ni escenas escabrosas, ni nadie se cague (abiertamente) en la iglesia, aunque todo ello está latente en la novela y todo ello le afecta. Estoy seguro que sin la amenaza de la censura los diálogos y algunas de las meditaciones hubieran sido de mayor envergadura, pero eso no le resta maestría sino que, incluso, la eleva.
"Isma -pronunció suavemente-, empleando el diminutivo que tan escasas veces le oí. Y mi emoción subió de pronto al darme cuenta en ese mismo momento, de que siempre habían marchado unidos su mirada de entonces y el diminutivo aquél..."
Tampoco me extraña que en sus pocas obras se acumulen premios de prestigio, sólo hubiera faltado que algún sueco se hubiera dado cuenta que era merecedor del de cierta Academia, a mí no me hubiera extrañado. Ahora ya es tarde porque creo que no le conceden premios a los que ya han fallecido y además, no sé porqué, creo que a Pinilla le hubiera dado algo de vergüenza, no por falsa modestia, sino porque no hubiera querido desprenderse de su boina en la cabeza.
"Aquellas madres temían bien; luego resultó que sus hijos fueron tal y como lo presintieron: escépticos, preguntones, disconformes y burlones, cuando lo único que deberían hacer para ser como ellas era creer en todo, no preguntar nada, asentir a todo y no reírse de nada."
Esta novela, en la que todos sacrifican algo, todos pierden cosas materiales, seres queridos ( o no tanto), la inocencia, unos simples sacos de carbón o una escopeta, e incluso la fe en la vida eterna. Esta novela (como decía) es muy cruda, muy dura, tan dura que algunos hoy en día pueden no comprenderla, puede parecerles ajena, antigua y obsoleta, pese a que la vida sigue entre los mismos parámetros pero con diferentes decorados, y con el mismo vertido de fosa séptica que se vacía durante la narración.
"Nunca lo he sabido. A veces, creo que sólo lucho por instinto, porque no se puede pensar y luchar a un mismo tiempo. Pero lo cierto es que dudo. ¿Y cómo puede ser de otro modo estando vivo?"
Aparte de todo lo contenido en la novela, son especialmente emocionantes el prólogo del propio Pinilla y el epílogo de, el tan de moda hoy en día, Fernando Aramburu. Todo ello conteniendo en el centro una historia que me ha hecho pensar mucho en mesas y sillas de fórmica, algunas con el ribete de plástico algo levantado y clavos en los que se enganchaba la ropa, y en manteles de hule con flores mal dibujadas y en hatillos de ropa envueltos en paños cuadriculados que iban de arriba abajo llenos de dobladillos recién cosidos en viejas máquinas de coser, y en viejas camas con somiéres de alambres chirriantes y en un montón de preguntas sin respuesta.
"... y aparece uno de los hombres del teniente, un carabinero de cara alargada y pálida, sin posible sonrisa, de mirada fría..., no, no es fría, sino inexistente, como si los ojos no le sirvieran para nada, ni siquiera para ver."
Hagánse un favor, lean a Pinilla, aunque luego lloren por haber perdido la inocencia. Si llega a ser americano...
"Porque saben, sé, sabrás, que, después de conseguirlo no podríamos arrebatarle más que su carne. Él perdería lo que no tiene precio para ningún ser viviente y nosotros sólo ganaríamos su carne."
Benigno F.
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