Y es que no hay dicho más falso. Nada es más diferente que dos gotas de agua y su comportamiento. Sólo hay que mirarlas mientras se deslizan sobre el cristal de la ventana de un vagón de tren. Inicialmente adheridas como por ensalmo y luego en movimientos desordenados, cada una a su aire. Algunas inmóviles, otras en desplazamiento acelerado, casi siempre rectilíneas, algunas solitarias, otras buscando con desespero el fusionado. Siguiendo trayectorias caprichosas usando leyes físicas incomprensibles para el intelecto más humano. Contradictorias como los pensamientos y las acciones de los sujetos.
Usualmente me quedo embobado mirándolas, a veces siguiéndolas con el pulpejo. Aquel día no podía levantar la mirada hasta que las ví corriendo, ahora sí en perfecta fila india, siguiendo los surcos de las mejillas de una jovencita sentada unos asientos más allá, a la que podía espiar distorsionada a través del cristal del techo, y que emitía unos diminutos pucheros desesperados. Él casi no hacía caso, mantenía un contacto físico mínimo, consciente de ser el causante de ese llanto, a veces gesticulaba con movimientos dentados. Igual la estaba dejando (pensé yo que siempre me pongo del lado del sexo contrario), pero también es posible que ella estuviera confesando pecados tan fuertes que no podían ser perdonados (sugirió mi acompañante cuando bajamos).
Y así cada uno con versiones distintas de la misma historia, llegamos al final a nuestra estación de destino comprobando que esas humedades son siempre diferentes tanto sobre el frío vidrio como por encima del tejido humano.
Beningno F.
PD: Aconsejad a vuestros hijos que inviertan en agua y en silencio. Son dos bienes altamente devaluados actualmente pero el día que cotizen al alza, su precio va a ser muy elevado.
Usualmente me quedo embobado mirándolas, a veces siguiéndolas con el pulpejo. Aquel día no podía levantar la mirada hasta que las ví corriendo, ahora sí en perfecta fila india, siguiendo los surcos de las mejillas de una jovencita sentada unos asientos más allá, a la que podía espiar distorsionada a través del cristal del techo, y que emitía unos diminutos pucheros desesperados. Él casi no hacía caso, mantenía un contacto físico mínimo, consciente de ser el causante de ese llanto, a veces gesticulaba con movimientos dentados. Igual la estaba dejando (pensé yo que siempre me pongo del lado del sexo contrario), pero también es posible que ella estuviera confesando pecados tan fuertes que no podían ser perdonados (sugirió mi acompañante cuando bajamos).
Y así cada uno con versiones distintas de la misma historia, llegamos al final a nuestra estación de destino comprobando que esas humedades son siempre diferentes tanto sobre el frío vidrio como por encima del tejido humano.
Beningno F.
PD: Aconsejad a vuestros hijos que inviertan en agua y en silencio. Son dos bienes altamente devaluados actualmente pero el día que cotizen al alza, su precio va a ser muy elevado.
Benigno... que gran verdad y consejo.
ResponderEliminarY si añadieras la "soledad"?
La soledad viene implícita en el silencio. Gracias por tus comentarios.
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