Tengo ganas de que me den un premio, no por el premio en si, sino por tener la oportunidad de recogerlo. Para que me llegue ese minuto de gloria que me merezco, en el que se puede decir de todo y mentir todo lo que quieras: dar las gracias a quien no se admira e incluso se odia y, sobre todo, cagarse en lo establecido. Eso tan "cool" que hacen los actores (de este país) vestidos con trajes de pasarela y bien enjoyados. Alguien argumentará que son prestados y seguramente es cierto, pero ellos exhiben sin recato un lujo del que no disponemos el resto.
Y yo me pregunto ¿De qué se quejan? ¿Por qué se erigen en portavoces del pueblo sin ser elegidos para ello? Si tanto interés tienen que se presenten a las elecciones. Pero claro, a ver quién abandona el chollo de la vida bohemia. Ellos no madrugan salvo exigencias del guión (bien pensado yo tampoco), no hacen colas, no salvan vidas, no pican piedra, no cortan el pescado en el mercado, ni descargan camiones, no toman el transporte público, no se despellejan las manos, ni les salen callos por ello. Algunos se dedican a la vida contemplativa (como yo), rodeados de lujo, alfombras rojas, desfiles de moda, viajes en avión y encima tienen (quieren) subvenciones. En realidad no defienden a nadie más que a sí mismos.
Lo peor del tema es que luego les salen palmeros que siempre aplauden esa crítica fácil, pero no ofrecen ni una puñetera idea ni solución y menos arriman el hombro. Muchos de esos individuos suelen estar ricamente sentados detrás de un ordenador, comen bien todos los días, tienen casa e incluso algo de dinero, algunos incluso viven en la zona alta y tienen el papo de autocalificarse como de izquierdas, son adalides de lo social a boca llena, pero mudarían de ideas tan rápido como el primer sopapo o al primer intento serio de repartir lo suyo con el pueblo. Demasiada bilis, demasiada mala leche irrazonable, algunos incluso contenida violencia, no me gustaría nada verles con una pistola en la mano, porque como dice Chejov "Si una pistola aparece en la primera escena debe ser disparada antes del final" aunque hay quien dice que era un clavo para colgarse el protagonista.
El papel de los criticados es igual de penoso, tienen la desfachatez de presentarse a los eventos como si tal cosa, de sonreir ufanos, de no contrastar opiniones ni otras versiones que las peliculeras, de imponerse arrasando en las leyes. Esconden la verdad a diario, deben ser también del mundo de la farándula, de los que aparecen inscritos en las letras que salen en los créditos al final.
Así se escribe hoy la historia, en los guiones manipulados de una película. Ahora que pienso, probablemente se ha escrito siempre así y se nos ha ofrecido a los incultos envuelta en palabras elevadas y complejas, en libros gruesos y elegantemente encuadernados, llenos de frases ingeniosas supuestamente dichas por alguno de sus personajes. Así se han inventado a los "buenos" y a los "malos" a la medida de las ideologías vencedoras para aumentar el número de (con)vencidos o para asustarlos.
Ahora recuerdo que una vez me dieron un premio. Hace tantos años que casi lo había olvidado. No creo que me vuelvan a dar otro porque soy un tio incómodo y por eso me tienen arrinconado. Es poco probable que se repita ese minuto de gloria que tuve ese día. Lástima, no había tribuna para oradores y no me pude desahogar. Sólo me dieron la mano y un sobre con un cheque sustancioso que me fundí en una noche de alcohol, putas y marisco. Así compran el silencio.
Y yo me pregunto ¿De qué se quejan? ¿Por qué se erigen en portavoces del pueblo sin ser elegidos para ello? Si tanto interés tienen que se presenten a las elecciones. Pero claro, a ver quién abandona el chollo de la vida bohemia. Ellos no madrugan salvo exigencias del guión (bien pensado yo tampoco), no hacen colas, no salvan vidas, no pican piedra, no cortan el pescado en el mercado, ni descargan camiones, no toman el transporte público, no se despellejan las manos, ni les salen callos por ello. Algunos se dedican a la vida contemplativa (como yo), rodeados de lujo, alfombras rojas, desfiles de moda, viajes en avión y encima tienen (quieren) subvenciones. En realidad no defienden a nadie más que a sí mismos.
Lo peor del tema es que luego les salen palmeros que siempre aplauden esa crítica fácil, pero no ofrecen ni una puñetera idea ni solución y menos arriman el hombro. Muchos de esos individuos suelen estar ricamente sentados detrás de un ordenador, comen bien todos los días, tienen casa e incluso algo de dinero, algunos incluso viven en la zona alta y tienen el papo de autocalificarse como de izquierdas, son adalides de lo social a boca llena, pero mudarían de ideas tan rápido como el primer sopapo o al primer intento serio de repartir lo suyo con el pueblo. Demasiada bilis, demasiada mala leche irrazonable, algunos incluso contenida violencia, no me gustaría nada verles con una pistola en la mano, porque como dice Chejov "Si una pistola aparece en la primera escena debe ser disparada antes del final" aunque hay quien dice que era un clavo para colgarse el protagonista.
El papel de los criticados es igual de penoso, tienen la desfachatez de presentarse a los eventos como si tal cosa, de sonreir ufanos, de no contrastar opiniones ni otras versiones que las peliculeras, de imponerse arrasando en las leyes. Esconden la verdad a diario, deben ser también del mundo de la farándula, de los que aparecen inscritos en las letras que salen en los créditos al final.
Así se escribe hoy la historia, en los guiones manipulados de una película. Ahora que pienso, probablemente se ha escrito siempre así y se nos ha ofrecido a los incultos envuelta en palabras elevadas y complejas, en libros gruesos y elegantemente encuadernados, llenos de frases ingeniosas supuestamente dichas por alguno de sus personajes. Así se han inventado a los "buenos" y a los "malos" a la medida de las ideologías vencedoras para aumentar el número de (con)vencidos o para asustarlos.
Ahora recuerdo que una vez me dieron un premio. Hace tantos años que casi lo había olvidado. No creo que me vuelvan a dar otro porque soy un tio incómodo y por eso me tienen arrinconado. Es poco probable que se repita ese minuto de gloria que tuve ese día. Lástima, no había tribuna para oradores y no me pude desahogar. Sólo me dieron la mano y un sobre con un cheque sustancioso que me fundí en una noche de alcohol, putas y marisco. Así compran el silencio.
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