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Tardes de soledad

 Tardes de soledad (2024) - Filmaffinity 

Eutiquio ha ido a ver una película "de toros", parece increíble siendo gallego y seguidor de Diógenes. Creo que Wenceslao Fernández Flores  dijo sobre la afición a los toros en Galicia, algo así (cito de memoria): "En Galicia hay un aficionado a los toros y se sospecha de otro". Así que no creo que sea entendido en el tema. Es posible que no haya pisado en su vida una plaza y hasta dudo de que haya pagado la entrada del cinematógrafo, pero ha escrito sobre ello y aquí les dejo sus impresiones sobre la película.

"Que nadie busque la lírica, no se exalta la manifestación artística, ni la mística, ni la épica, solo tiene verdad. Es brutal y cruda, causa desasosiego, muestra algo que a muchos les resultará molesto: la tibieza de la vida y la tenue frontera con la muerte siempre presente.

Apenas se usa la música, casi pasa desapercibida mientras suenan con fuerza los signos vitales, se visualizan de cerca (casi se huelen) los fluidos, los chasquidos de aceros y cornamentas, los crujidos de las cogidas y los espasmos de los momentos finales.

El toro resalta en toda su belleza. Es fácil ponerse de su parte, como de los héroes de las películas que caen en combate. Se percibe su fuerza, se le ve hermoso y poderoso pese a las fuertes hemorragias. Mira amenazador a la cámara, mucho más sobrecogedor de lo que se ve en la plaza. Resuenan con fuerza las embestidas, lucha con fiereza por su vida y se le va de forma explícita, en primer plano, ante la cámara. Da miedo y respeto. Impresiona, encoge en el asiento oírlo respirar en el campo.

El torero siempre está abstraído, frágil, compulsivo, parece incluso deprimido, solo esboza (una vez) una leve sonrisa fuera del ruedo. Los de alrededor, que lo jalean de forma constante y exagerada, parecen intentar elevar esos estados de ánimo y dotarle con gritos de coraje.

Esa inseguridad se transmuta en trance en el ruedo, tiene ida la mirada, los sentidos embotados, todo parece improvisado defendiendo la embestida, en el fragor, olvida el miedo, esquiva la huida, se regocija en la cercanía y luego se aleja, solo entonces se le ve algo alborozado, con la emoción momentánea que da superar un trance desesperado.

El resto es abstracto, difuminado en el fondo. No hay puerta grande, ni vueltas al ruedo, ni sensación de victoria. De hecho, revolotea el fracaso, la duda, algo de culpabilidad. El torero pregunta “¿crees que se habrán enterado?”, en la furgoneta o “¿qué han dicho?” (Supongo que en la televisión), apoyado en las tablas, al apoderado.

No es un simple documental, es un drama o una tragedia, como casi siempre lo es la vida y esa es la verdad que muestra la tauromaquia. Un misterio que nunca se desvela y que a muchos (taurófilos y traurófobos) molesta.

No sé si es arte cinematográfico (no entiendo de ello), pero provoca emociones primigenias (a cada cual la suya). Una vez controladas las respuestas viscerales, me ha hecho pensar en todo esto."

Eutiquio Sobrado

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