Más de un millón de libros ha vendido esta autora y ha sido traducido a veinticuatro idiomas por lo que se hace difícil discrepar sobre las virtudes de este fenómeno editorial. Probablemente por eso, me he tomado unos años desde su edición para leerlo. Por eso y por el precio de casi 25 euros, he esperado para hacerme con él, a comprar una edición de bolsillo a mitad de precio. También porque soy alérgico al éxito (seguramente es envidia) y a las alabanzas exageradas. Se me eriza el pelo y se me contraen las extremidades en un opistótonos invertido, como si fuera un gato. Me pongo muy exigente y veo más lo malo que lo bueno.
El libro empieza muy bien y como habla de libros, escritores, bibliotecas y lectores me gusta mucho. Me leo casi doscientas páginas rápidamente y las disfruto mucho. Subrayo frases y citas y las releo y pienso en dedicarle alguna a los que no devuelven los libros prestados.
"A aquel que se apropie la tablilla mediante robo o se la lleve por la fuerza o haga que su esclavo la robe, que Shamash le arranque los ojos, que Nabu y Nisaba lo vuelvan sordo, que Nabu disuelva su vida como el agua"
Súbitamente, al iniciarse la segunda parte, me entra un cansancio tremendo, como cuando tienes fatiga acústica en un buen concierto porque se han pasado con el volumen o se han equivocado en la sonorización. Paso de tener la sensación de estar leyendo una tesis doctoral magníficamente redactada, con su revisión bibliográfica, casi perfecta en su introducción, métodos y resultados, pero el doctorando falla estrepitosamente en la discusión, que resulta ser un conjunto de "cherry picking" aderezado con opiniones y reflexiones personales (algunas que suenan a exageración o a mí me importan un bledo), que frecuentemente se repiten, se introducen comparaciones innecesarias con elementos sociales y políticos actuales, o nos cuenta argumentos de películas y libros simplemente para demostrar su vasta cultura, no siempre viniendo a cuento. Nos mete un capítulo dedicado al acoso escolar sufrido por la autora, que me resulta innecesario y la acerca a la autoficción e incluso al aleccionamiento panfletario.
"Lo peor fue el silencio. Entonces no había una palabra para llamarlo. Podías decir: en clase se ríen de mí. O más dramático: en colegio me pegan. Pero eso solo arañaba la superficie de la realidad. No necesitabas rayos X en los ojos para ver formarse en la mente de los adultos un diagnóstico espontáneo: cosas de ninños."
Esa segunda parte del libro se me ha indigestado porque desprende en muchos pasajes un aire pretencioso y moralizante, incluso inocente, que me recuerda a los libros de Yuvari y a ese autor le tengo especial manía. El hilo histórico y el de los libros pierde continuidad. Así transmuta de tesis doctoral a ensayo y de éste a simple obra divulgativa. La divulgación no está mal, pero me sobra el aire de superioridad atribuido a escritores, bibliotecarios y lectores del que se apropia la autora para autoexaltarse, refocilarse, emitir opiniones personales y deducir conclusiones no basadas en los resultados de la investigación.
"Sin los libros, las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido"; "Los libros tienen voz y hablan salvando épocas y vidas"; "Los libros nos ayudan a sobrevivir en las grandes catástrofes históricas y en las pequeñas tragedias de nuestra vida"; "El propio Frankl escribiría después que, paradójicamente, soportaban mejor la vida en Auschwitz muchos intelectuales, pese a tener peor condición física, que otros presos más fornidos".
Estropea un gran capítulo sobre libros y libreros con la autoexaltación familiar: "se prohibieron tener hijos mientras viviese Franco". Siento vergüenza ajena por la frase.
Así que lo he finalizado con algo de hastío e incluso en algún momento he tenido ganas de dejarlo. No osaré decir que es malo, pero me ha parecido simplón y pedante. No le he encontrado el aura de gran obra con el que se presenta. La conclusión me parece inocente: libros bueno, ignorancia mala. Vamos que me ha sabido a magreo adolescente, mucha excitación y al final dolor de genitales.
Así que, como si juzgara una tesis doctoral, el doctorando no supera la discusión con el tribunal y, como nunca se pone suspenso, la castigo no firmando la recomendación para el "cum laude" y encerrándola en sobre lacrado.
He buscado críticas negativas y no encuentro ninguna, así que será error mío como lector el no tener en mayor estima esta obra, admito mis defectos y que en vez de destacar sus virtudes, me he dedicado a magnificar sus defectos por esa manía mía a los autores de éxito que solo esconde envidia por su vasto conocimiento y trascendencia. Espero que los fans de la autora y de este libro se enfaden menos conmigo al confesar mis pecados arrodillado.
Benigno F.
PD: Por cierto, entre tantas historias relacionadas con la lectura, he recordado a Andrea Chenier leyendo camino de la guillotina y dejando una marca en el libro antes de subir al cadalso (probablemente no es cierto y tiene su origen en la ópera de Giordano) y también a Italo Calvino y a Manuel Jabois relatando una anécdota de Sócrates (probablemente también falsa) antes de tomar el veneno, intentando aprender a tocar una melodía con la flauta, "para saberla antes de morir".
Coincido con tus impresiones, con la salvedad de que yo no llegué a terminarlo.
ResponderEliminarCreo que el libro se ha totemizado y nadie se atreve a ser crítico con él.
Hasta ahora...
Gracias
Me he llevado una doble alegría al ver tu comentario. La primera es porque hace tiempo que no disfrutaba de tus comentarios en mis blogs (especialmente los de música se echan de menos), parecerá una tontería, pero alguna vez me había preocupado. La segunda es porqué sé que eres persona de buen gusto y que alguien con. nivel coincida conmigo en la crítica de este libro después de tantas alabanzas, me tranquiliza pensando en que no estoy tan loco como pienso. Gracias. Un abrazo
EliminarPues sigo tus recomendaciones musicales con mucho interés.
EliminarMañana, después de mucho tiempo, dejo una entrada en el blog que, espero, te gustará.
Gracias