Hacía muchos años que no leía nada de esta autora. Leí "La mano izquierda de la oscuridad" en una edición del Círculo de lectores en los setenta y luego toda la serie de Terramar, pero de eso debe hacer por lo menos treinta años. Siempre con la sensación de estar ante una gran escritora, tanto de ciencia ficción como de novela fantástica.
En aquella época no sabía de que aquella primera obra que leí formaba parte de una serie de novelas de ciencia ficción llamada "El ciclo de Hainish". De hecho es la tercera de esa serie y "Los desposeídos" la cuarta, a la que he llegado tras leer numerosos comentarios elogiosos que la califican de obra maestra. Efectivamente, lo es.
Publicada hace cincuenta años, pero no se nota en absoluto. Me ha parecido una de esas novelas atemporales, con una temática que va mucho más allá de la del simple entretenimiento, profundizando en las raíces del ser humano, analizando elementos políticos, filosóficos y morales que pese al paso de los años siguen vigentes desde la noche de los tiempos.
"El sufrimiento es un malentendido- dijo Shevek (...)
-Existe. Es real. Quiero decir que es un malentendido, pero no
pretendo decir que no exista, o que dejará de existir alguna vez. El
sufrimiento es la condición propia de la vida. Y cuando sobreviene, uno
lo reconoce. Lo reconoce como la verdad".
La obra me atrevo a calificarla de filosófica. Usa como pretexto los argumentos clásicos de la ciencia ficción para darnos una lección magistral sobre el mundo real, de forma que el lector asiste sentado en su pupitre embelesado y hasta olvidando tomar los apuntes para el examen.
"Si puedes ver una cosa completa -dijo-,
siempre te parece hermosa. Los planetas, las vidas... Pero de cerca, un mundo es
tierra y piedras. Y día a día, la vida es un trabajo duro, te
cansas, te pierdes. Necesitas distancia, intervalo. Para ver qué
hermosa es la vida, hay que contemplarla desde la altura de la muerte"
La historia se desarrolla en dos hilos temporales que se alternan, uno pasado y otro presente, en dos planetas totalmente opuestos en cuanto a su planteamiento social y político. Anarres es un mundo inhóspito, una luna, sin reglas ni leyes, igualitario y libre, habitado por desterrados fanáticos de la anarquista Odo y Urras es el planeta donde un sistema capitalista domina con sus lujos y desigualdades, avanzado tecnológicamente, bello en su naturaleza y productivo en lo artístico y empresarial. El protagonista, Shevek, es un físico teórico de Urras que ha hecho un descubrimiento fundamental para el gobierno de Anarres y viaja invitado a ese planeta para desarrollar su teoría de la que se quieren aprovechar (como no) los gobernantes para hacerse con la supremacía en el universo.
Todo ello no es más que una excusa de la autora para analizar los dos sistemas políticos y los comportamientos humanos. No se esconde, pese a su idelogía, no intenta convencernos, muestra sin tapujos los pros y contras de ambos mundos, solo igualados por las virtudes y defectos humanos que ambos comparten. Tampoco nos aburre con excesivas disquisiciones científicas, ni busca frases grandilocuentes, solo frases simples y llanas.
«Era fácil compartir cuando había comida suficiente, o apenas la suficiente, para seguir viviendo. ¿Pero cuando no la había? Entonces entraba en juego la fuerza; la fuerza se convertía en derecho; en poder, y la herramienta del poder era la violencia, y su aliado más devoto, el ojo que no quiere ver».
Así que, si quieren hacerme caso, resulta una novela imprescindible, de lectura (y relectura) necesaria que deja claro que esta la obra de esta autora tiene una grandeza excepcional.
Benigno F.
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