De buenas a primeras, si alguien me preguntara si me ha gustado este libro, estoy seguro que me saldrían los cromosomas gallegos y la respuesta sería un "sí, pero no..." o un "depende". El problema de este tipo de contestaciones es que hay gente que insiste en la pregunta y entonces predominaría una respuesta estilo mi padre ante nuestras infantiles insistencias a sus frecuentes "ya veremos".
¿Y por qué no? Porque el autor, tras un planteamiento osado, transforma un supuesto relato ambientado en la guerra civil en tono de realismo mágico y se empeña en contarnos la guerra de forma poco convincente. Insiste en el contexto bélico y desaprovecha unos magníficos personajes a los que vemos frecuentemente diluirse en ella. Los aparta, los disgrega, los pone en peligro de forma que turba al lector, se va por la periferia, nos habla de Franco, de Yagüe, de Queipo de Llano, etc. y se recrea en exceso en hacernos ver que eran malos... ya lo sabemos. Relata episodios reales que, metidos en este contexto, pierden credibilidad.
Porque los personajes de la novela son extraordinarios, especialmente los de la familia Ardolento. Los hace crecer a ojos del lector, les dota, a ellos y al entorno, de características interesantes y luego decide desperdigarlos en los capítulos o simplemente se deshace de ellos y no era necesario destrozar esa familia, llenarla tanto de soledad y tristeza para que la historia fuera grande. Ya sé que esa es su elección y que el entorno violento e histórico se presta a ello, pero algunos personajes desaparecen por fruslerías y (según lo veo yo) no lo merecen. Da la sensación de que los elimina para reducir su trabajo, para no profundizar más en algunos detalles mágicos individuales y se dispersa en erupciones volcánicas de sangre, en desgarros terrenales que forman simas insondables, en apariciones innecesarias de personajes históricos o en disquisiciones del propio narrador tomando el papel de persobaje (de lo mejor de la novela y también desaprovechado) y (parece) que disfruta especialmente deshaciéndose de los más jóvenes. Sí, sí, el contexto del conflicto, pero para eso prefiero una historia realista con toda su crudeza.
No escribe mal el mozo, debe haber leído mucho y parece bien preparado, pero también se le aprecia bisoñez, parece uno de esos estudiantes brillantes que se pasan de listos en su soberbia queriendo corregir al profesor.
A la novela la han alabado de forma rimbombante críticos y lectores, le han dado varios premios, para mí, todo ello, es en exceso, supongo que el panorama narrativo hispano no da para más y tengo bastantes dudas sobre que con el transcurso del tiempo se mantenga como relevante. Un crítico señalaba que tenía "más virtudes que defectos". Igual es verdad, pero bajo sometidas sus virtudes a la luz de mi prisma, se deforman y predominan más los defectos.
Así que, con todo el dolor de mi corazón, ante la insistencia en la pregunta que me he hecho yo mismo, la respuesta es la misma que daría mi padre que, a veces se callaba y sabías que no debías insistir para evitarle el mal rato que le suponía tener que dar una negativa o siendo algo benevolente diré que "Se puede leer".
Benigno F.
P.D.: No se enfaden conmigo los entusiastas de esta novela, solo soy un gruñón conduciendo por una "carretera solitaria" de frustración, buscando no se sabe qué, como esta cantante.
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