La realidad es que el personaje de Ripley va creciendo, a ojos del lector, en humanidad y disminuyendo en cuanto a inmoralidad a medida que avanzan las novelas. Esta cuarta novela, escrita veinticinco años después de la primera, es una clara muestra. Lo más probable es que el personaje también creciera en la mente de la escritora y fuera capaz de olvidar su pasado despreciable tras tantos años acompañándolo. Esto también pasa, a veces, con las personas que a fuerza de convivir, olvidan e incluso perdonan lo imperdonable. En esta cuarta entrega, Ripley apadrina a un joven que ha huido de su familia tras un hecho trágico. Muchas coincidencias consigo mismo y su pasado. Se convierte en mentor, defensor y protector, pero los vericuetos de la vida son insondables y algo de tragedia hay siempre en esta serie de novelas de Highsmith que nos hace poner los pies en el suelo. Desde mi punto de vista, las novelas de esta serie, no solo mantienen la calidad, sino que siguen creciendo ...
Estos días hemos asistido a gran polémica sobre la publicación de un libro sobre el asesinato de unos niños. El equilibrio entre la libertad de expresión y revictimizar es muy delicado. Al principio tenía mis dudas y casi me inclinaba más por la libertad del autor para contar una historia real o imaginada, recurso fácil para evitar la censura, pero siempre hay algo que te da el contrapunto. Porque una cosa son las opiniones personales liberadas al viento de una conversación o a las redes sociales, en las que el daño (aunque exista) es limitado, pero lo que inclina claramente la balanza en contra es el beneficio comercial, mercantilizar el dolor propio y ajeno me parece moralmente reprobable. Viene a ser aquello de "el muerto al hoyo y el vivo al bollo". Todo eso lo he pensado oyendo hoy una entrevista en la radio pública, con Annette Herfkens, autora de un libro titulado "Turbulencias" que, para colmo, se reedita. Aparte de lo delirante de la descripción de su ...