Lo tenía apuntado en una lista de "imprescindibles". Ni me acordaba de donde había sacado la recomendación en el momento de ver la portada y comprármelo. Posteriormente he confirmado que venía del blog "Un libro al día" que lo ponía por las nubes, en mi opinión de forma bastante acertada.
Se trata de una recopilación de cinco relatos de este veterano escritor (Nacido en 1924) con textos escritos en los años 50 y 60 del siglo pasado. Como toda recopilación es asimétrica en cuanto a su magisterio y extensión, pero todos tienen algo por lo que ser recordados. Esto es literatura de verdad, sin complacencia, sin buscar amigos, admiradores o dinero. Ni siquiera poniéndoselo fácil al lector, requiere esfuerzo, lápiz y papel, e inteligencia (¿por qué no?). En los relatos predominan las sensaciones sobre las historias y los personajes, de hecho éstas son simples excusas y aquellos meros vehículos para palabras, situaciones y pensamientos. Imposible para todos aquellos que se saltan los párrafos que hay entre los diálogos.
El volumen del libro es muy pequeño pero no se puede leer a la ligera. De hecho yo lo empezé pensando: "Este me lo leo en un momento" como si fuera un monstruo hambriento dispuesto a engullir un pastelito. Nada de eso, no es indigesto, pero hay que leerlo poco a poco para paladearlo, básicamente para que no se nos escapen esos ramilletes de frases a las que me resisto a calificar como bellas o sentimentales. Son frases repletas de clima, de impulsos dendríticos, capaces de hacer sentir frío o humedad en las piernas al lector, miedo e ira, casi nunca una sonrisa. Nada de los escalofríos plancenteros (casi orgásmicos) de los relatos esperanzadores. Frases construidas como muros, impulsándote a subirte sobre ellos para buscar el interior aunque pronto te das cuenta que lo importante es el muro y no el resto. En algunos momentos me he sentido tan estúpido como si apartara un cuadro casi perfecto para mirar el trozo de pared que está oculta tras él o comprobar si en el dorso se ve la parte posterior del modelo.
"El chico de Pedersen" es un auténtico congelador, violento, pero sin ser lo explícito que sería McCarthy por ejemplo. Un hijo que odia a su padre, que tiene hacia él malos pensamientos, especialmente quitarle la botella para hacerse con ella. En algunos momentos esa botella parece el único elemento importante para todos los personajes... aparte de conservar la vida.
"Eso es lo que haría si la encontrara, enterrarla bajo un montón de nieve. Y luego más tarde, mucho más tarde, en primavera, vendría aquí y encontraría la botella, que sobresaldría de la nieve moribunda, pegada al barro como una masa, y volvería a esconderla en el establo para echar un trago cuando me diera la gana."
"La señora Ruin" está relatado por un personaje baboso, cotilla, crítico que no hace nada más que mirar y (quizás) difamar. Un intruso pendiente de colarse por puertas traseras.
"Ella gozaba de la gloria de las largas horas de su belleza. Se había metido el último bocado de la tarta en la boca cuando sus mandíbulas chascaron. Entonces habría pagado los que fuese, habría llevado a cabo cualquier granujada para saber que la llevó del amor alegre y la ligera juventud a las judías verdes cortadas a la manera francesa y a la irrevocable quiebra del orden."
"Carámbanos" es de gran nivel. No me preguntéis porqué pero en todo momento he estado vislumbrando a Al Pacino hablando. Una historia de un fracasado, de soledad, de retraimiento, de contemplación. Unos simples bloques de hielo formados gota a gota parecen la metáfora del estado de ánimo del narrador que como en el relato previo es contemplador y protagonista al mismo tiempo.
"Fender dejó salir el primer bocado. Aún con la mirada perdida, se enjuagó la boca con aire y lo expulsó sin esfuerzo contra el cristal de la ventana. Otra ventaja de vivir solo. No había motivo de vergüenza. Sólo ser práctico."
"El orden de los insectos" es corto e inquietante. Me ha recordado esos sueños en los que te levantas descalzo al lavabo y sólo haces que pisar cucarachas que corren por el suelo. ¿Desvarío o sueño? Ahí queda la duda de esa ama de casa atrapada en su obsesión por esos extraños insectos muertos.
"No sé que es más sorprendente: encontrar ese orden en una cucaracha, o estas ideas en una mujer."
"En el corazón del corazón del país" es (para mí) indudablemente el mejor de todos ellos. El Sr. Gass se pone a emular a Pessoa y acumula pensamientos aislados, frases armadas como bloques, tan contundentes como si fueran disparadas por el cañón de un poeta.
"Porque aquí nunca tenemos suerte. Es lo que hay -por ejemplo, en invierno. Los flancos de los edificios, los tejados, las ramas de los árboles son grises. Las calles, las aceras, las caras, los sentimientos- son grises. El habla es gris y la hierba donde asoma. Cada lateral, cada fachada, cada cúspide es gris."
Es necesario leerlo y también releerlo. Por cierto, excelente traducción y epílogo de Rebeca García Nieto y magnífica presentación de los editores "La Navaja Suiza".
Se trata de una recopilación de cinco relatos de este veterano escritor (Nacido en 1924) con textos escritos en los años 50 y 60 del siglo pasado. Como toda recopilación es asimétrica en cuanto a su magisterio y extensión, pero todos tienen algo por lo que ser recordados. Esto es literatura de verdad, sin complacencia, sin buscar amigos, admiradores o dinero. Ni siquiera poniéndoselo fácil al lector, requiere esfuerzo, lápiz y papel, e inteligencia (¿por qué no?). En los relatos predominan las sensaciones sobre las historias y los personajes, de hecho éstas son simples excusas y aquellos meros vehículos para palabras, situaciones y pensamientos. Imposible para todos aquellos que se saltan los párrafos que hay entre los diálogos.
El volumen del libro es muy pequeño pero no se puede leer a la ligera. De hecho yo lo empezé pensando: "Este me lo leo en un momento" como si fuera un monstruo hambriento dispuesto a engullir un pastelito. Nada de eso, no es indigesto, pero hay que leerlo poco a poco para paladearlo, básicamente para que no se nos escapen esos ramilletes de frases a las que me resisto a calificar como bellas o sentimentales. Son frases repletas de clima, de impulsos dendríticos, capaces de hacer sentir frío o humedad en las piernas al lector, miedo e ira, casi nunca una sonrisa. Nada de los escalofríos plancenteros (casi orgásmicos) de los relatos esperanzadores. Frases construidas como muros, impulsándote a subirte sobre ellos para buscar el interior aunque pronto te das cuenta que lo importante es el muro y no el resto. En algunos momentos me he sentido tan estúpido como si apartara un cuadro casi perfecto para mirar el trozo de pared que está oculta tras él o comprobar si en el dorso se ve la parte posterior del modelo.
"El chico de Pedersen" es un auténtico congelador, violento, pero sin ser lo explícito que sería McCarthy por ejemplo. Un hijo que odia a su padre, que tiene hacia él malos pensamientos, especialmente quitarle la botella para hacerse con ella. En algunos momentos esa botella parece el único elemento importante para todos los personajes... aparte de conservar la vida.
"Eso es lo que haría si la encontrara, enterrarla bajo un montón de nieve. Y luego más tarde, mucho más tarde, en primavera, vendría aquí y encontraría la botella, que sobresaldría de la nieve moribunda, pegada al barro como una masa, y volvería a esconderla en el establo para echar un trago cuando me diera la gana."
"La señora Ruin" está relatado por un personaje baboso, cotilla, crítico que no hace nada más que mirar y (quizás) difamar. Un intruso pendiente de colarse por puertas traseras.
"Ella gozaba de la gloria de las largas horas de su belleza. Se había metido el último bocado de la tarta en la boca cuando sus mandíbulas chascaron. Entonces habría pagado los que fuese, habría llevado a cabo cualquier granujada para saber que la llevó del amor alegre y la ligera juventud a las judías verdes cortadas a la manera francesa y a la irrevocable quiebra del orden."
"Carámbanos" es de gran nivel. No me preguntéis porqué pero en todo momento he estado vislumbrando a Al Pacino hablando. Una historia de un fracasado, de soledad, de retraimiento, de contemplación. Unos simples bloques de hielo formados gota a gota parecen la metáfora del estado de ánimo del narrador que como en el relato previo es contemplador y protagonista al mismo tiempo.
"Fender dejó salir el primer bocado. Aún con la mirada perdida, se enjuagó la boca con aire y lo expulsó sin esfuerzo contra el cristal de la ventana. Otra ventaja de vivir solo. No había motivo de vergüenza. Sólo ser práctico."
"El orden de los insectos" es corto e inquietante. Me ha recordado esos sueños en los que te levantas descalzo al lavabo y sólo haces que pisar cucarachas que corren por el suelo. ¿Desvarío o sueño? Ahí queda la duda de esa ama de casa atrapada en su obsesión por esos extraños insectos muertos.
"No sé que es más sorprendente: encontrar ese orden en una cucaracha, o estas ideas en una mujer."
"En el corazón del corazón del país" es (para mí) indudablemente el mejor de todos ellos. El Sr. Gass se pone a emular a Pessoa y acumula pensamientos aislados, frases armadas como bloques, tan contundentes como si fueran disparadas por el cañón de un poeta.
"Porque aquí nunca tenemos suerte. Es lo que hay -por ejemplo, en invierno. Los flancos de los edificios, los tejados, las ramas de los árboles son grises. Las calles, las aceras, las caras, los sentimientos- son grises. El habla es gris y la hierba donde asoma. Cada lateral, cada fachada, cada cúspide es gris."
Es necesario leerlo y también releerlo. Por cierto, excelente traducción y epílogo de Rebeca García Nieto y magnífica presentación de los editores "La Navaja Suiza".
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